Pilas

Tengo un reloj que me regalaron hace unos años. Es muy bonito, grande, con unos números enormes, pienso que el tamaño lo eligieron en proporción a mis problemas de impuntualidad. No es a propósito, lo juro, llegar a tiempo era más que un desafío, tenía que llegar de donde fuera que estuviera mi mente, fuera en Júpiter o tal vez alguna playa con cielos morados o alguna mina con cristales llenos de energía o en la muerte, me daba por pensar constantemente en ella. No porque me quisiera morir, sino por querer vivir de otra manera, ver otros colores fluir entre las luces o sentir cómo se funden los sentimientos en otros, no se crean ni se destruyen, sólo se transforman.

Era pensar desde otro lado, un asiento vacío, un cielo raso a veces y un par de rayos estelares atravesando las nubes, o colándose entre las hojas de los árboles, ese efecto siempre me ha llamado la atención, cómo rebotan caóticamente para parar en ningún lado pero las hojas se quedan con algo de la luz y se nutren de apenas un poco.

Quería saber si hay que cambiar algo para ver si se puede cambiar. Cambiar por cambiar, parece real pero no es tan viable, sobre todo porque el tiempo es poco, unos dicen que es el suficiente, yo digo que aunque nunca nos queda nada, es posible encontrar algo de sentido a lo que se hace con el tiempo, aunque no haya, aunque sea apenas un suspiro en el universo. 

Ayer pasé por el puesto de un relojero, la pila dice que cuesta 30 pesos y 15 ponérsela. A ver si me animo y para la otra semana, ahora sí, me decido a ponerle pila a ese reloj nuevo. Aunque no me quede. 

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