Virus y fantasmas

Tenemos la vida rota. Entre los fragmentos se nos cuela un fantasma que cuando se aparece hace correr la sangre y el llanto y hiere, rasguña, aúlla y mata a quien se le atraviesa en su camino. O a quien, como una bestia aún sin descubrir, escoge a su presa, acercándosele babeante y con la mirada roja. 

No sabemos cómo deshacernos de él hasta el momento, es tan grande que no lo vemos en su forma completa, de tal forma que pareciera que nos rebasa; se le ve por momentos últimamente...corrección, tiene varios años que se aparece más seguido por el rumbo, tal vez sea la razón de su tamaño -300,000 dicen unos, 100,000 otros-. Veo que muchos lo quieren tratar como a un monstruo, piden descabezarlo, pero cuando lo hacen crece como la hydra, le salen más brazos, unos más largos que otros, también le crecen cabeza pero algunas son ciegas, otras sordas y otras tantas tienen tantos ojos como cuatro arañas juntas. Ni hablar de los dientes, no imagino estar dentro sus fauces: un roce apenas y quedas despedazado y si acaso logras huir, el veneno en su saliva te deshace lentamente.

Creo que ha tomado esa forma porque así quiere que lo veamos, porque así tiene más fuerza. Nos ha tomado la medida. También lo hemos tratado como una enfermedad, un tipo de cáncer al que hay que extirpar, pero entre más se acercan, más se esparce, el daño se hace profundo. 

Pienso que lo estamos entendiendo mal, un fantasma no es una enfermedad o un monstruo, pienso más bien que es una herida, de esas que llegan hasta el hueso. Pero no nos ocupamos de ellas, sean de 500 años atrás o de ayer. Son heridas y esas se tratan aprendiendo a sanar. Pero tampoco sabemos hacerlo, apenas uno siente mejoría, abandona el tratamiento hasta recaer y entonces todo empeora. Se profesa un amor  que se infla como guajolote de ollín, entonces todo vuelve a ser una guerra hasta hacer que nos comamos vivos, nos gusta la sangre. ¿Seremos detenidos?

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